Una madre le enseña a su hijo a compartir sus juguetes con su hermano, que es un año menor. Un padre instruye a su hijo de siete años sobre confiar y desconfiar antes de ir a la escuela.
Enseñar y compartir son una parte natural de nuestra vida diaria. También deberían ser una parte natural de nuestro testimonio diario. Por ejemplo, un compañero de trabajo puede compartir su encuentro personal con Jesús y cómo eso ha impactado su vida para bien. En un breve testimonio, una persona en un avión puede compartir con la persona sentada a su lado las buenas noticias del evangelio en tiempos como estos.
Se nos instruye a ir a todo el mundo y enseñar a otros acerca de Jesús. Esto sucede al ser proactivos y participar en sus vidas, y requiere previsión, riesgo y determinación. Aunque puede parecer difícil, es fácil cuando nos preocupamos por los demás y aceptamos el mandamiento de “amar a tu prójimo como a ti mismo”.
Recuerde, nuestro Padre no dijo que amara solo a sus familiares, amigos y a las personas de su raza, etnia o preferencia política. No, ir por “todo el mundo” significa todas las etnias, todos los ámbitos de la vida, todos los estados sociales y económicos. ¡Todas las personas!
¿Cómo llegamos a todas las personas con el amor del Padre? Podemos hacerlo en la forma difícil tratando de compartir nuestra fe desde un punto de vista religioso, o simplemente para tratar de ganar puntos a nuestro favor con Yahweh Dios. Podemos quedar atrapados en el método o el razonamiento de testificar y fallar en entender que estamos tratando de salvar a víctimas que se están ahogando, como aquellos que perecieron en los días de Noé. Debemos enseñar a donde quiera que vayamos, y así como en la parábola del sembrador, debemos sembrar “semillas de gracia” del evangelio y el amor de nuestro Padre celestial por la humanidad. Pero necesitamos una estrategia. ¿Cómo compartió Jesús las Buenas Nuevas cuando estuvo en esta tierra?
Estrategia Divina
Por un lado, Jesús llamó a las personas a seguirlo para que Él pudiera entrenarlos y que ellos, a su vez, pudieran entrenar a otros. Años después el apóstol Pablo escribiría sobre esto en 2 Timoteo 2:2: “Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza, que a su vez estén capacitados para enseñar a otros”.
Jesús se preocupaba por el bienestar de las personas, pero sabía que estando confinado a un cuerpo humano, no podría estar en todas partes como estaba antes de ser encarnado. Podemos seguir el método de operación de Jesús en nuestra propia forma de alcanzar a las personas. Aquí hay algunas ideas.
Seleccionar equipos. Jesús fue particular sobre quién estaría en su primer círculo de influencia. Él eligió a doce hombres como un equipo de élite (Mateo 10:1-6; Lucas 6:13-16) que luego tendrían autoridad apostólica cuando Él regresara al cielo. Jesús pasó los siguientes tres años y medio derramando en ellos las verdades y principios eternos que cambiarían sus vidas para siempre. Ellos, a su vez, enseñarían a otros por medio del Espíritu Santo, como se registra en Hechos. Este primer círculo no fue solo los doce sino que incluía a aquellos relacionados con éstos y con Jesús: sus familias, la madre de Jesús, sus medios hermanos y otras mujeres que atendían las necesidades de Jesús como un grupo de evangelistas.
A medida que su misión se expandía sobre un territorio más grande en Israel (Lucas 10:1, 2), Jesús eligió a otros setenta para su segundo círculo de influencia. Estas personas irían delante de Él a pueblos y aldeas, preparando el camino, diciéndole a los demás que Jesús vendría pronto. Estos hombres de la Biblia evangelizaron de la misma manera que el ya fallecido Billy Graham. Independientemente de la ciudad en donde su cruzada fuera a realizarse, se enviaba una delegación con seis a doce meses de anticipación para encargarse de la logística, como encontrar iglesias y el apoyo para pastores y desarrollar equipos locales de oración para orar por el evento de principio a fin.
Grupos pequeños. Otro ejemplo que podemos seguir es la forma en que Jesús ministraba en entornos íntimos satisfaciendo las necesidades personales. Mateo 8 dice que Jesús amorosamente sanó a la suegra de Pedro cuando estaba enferma y que ya estando sana, ayudó amorosamente a Jesús en el servicio (vv. 14, 15).
En su contacto cercano con otros, el evangelio se convirtió en una Buena Noticia.
Más de una vez, Jesús fue a la casa de Marta en Betania cuando viajaba a Jerusalén desde Galilea. Se reuniría con ella y sus dos hermanos, Lázaro y María, sus amigos y otros seguidores. Estas ocasiones revelaron que Jesús era diferente de sus contemporáneos religiosos. Era accesible y cercano. Su enseñanza era íntima e incluía poder transformador, demostrándole a los otros que se podía obtener una respuesta inmediata. Jesús les mostró que Dios es un Dios personal.
Carnada y siembra
Necesitamos ser como Jesús cuando buscamos personas que sean fieles seguidores. Podemos hacer esto como pescadores de hombres y mujeres, y como sembradores de buena semilla, preparando el anzuelo con la carnada adecuada y esparciendo la semilla libremente. Estas sugerencias pueden ayudarnos a comenzar.
Hacer preguntas. Podemos hablar con alguien mostrando un interés amigable de conocer sus necesidades. La conversación simple es una puerta de entrada al discipulado. Las preguntas de Jesús con la mujer en el pozo (Juan 4) pueden ser como si estuviéramos hablando con una persona en un avión o en nuestro vecindario. Hacer una pregunta como, “¿A qué te dedicas?” Es una forma de comenzar.
Como ejemplo, una persona puede decir que es vendedor a nivel nacional que viaja de tres a cinco días a la semana. Puede preguntar si él o ella está casado, y la persona podría decir: “Sí, tengo dos niños pequeños”. Puede preguntar: “Cómo le afecta viajar tanto?” Si la persona responde que se ha perdido algunos cumpleaños. y aniversarios, puede responder: “¿Cómo afecta eso su casa?”
Cualquiera que sea la respuesta, usted ha tirado el anzuelo y sembrado una semilla. Aliéntelos a buscar la sabiduría de Dios, o comparta una perspectiva diferente. Puede preguntar si puede orar por ellos o dejarles un folleto de evangelismo para que lo lea más tarde.
Comparta de usted mismo. Una de las mejores maneras de compartirle a alguien sobre el cristianismo es ser transparente acerca de su fe. Comparta su propio testimonio: cómo seguir a Jesús ha cambiado su vida. Eso es lo que hizo la mujer que estaba en el pozo después que Jesús relató la verdad sobre sí mismo. Transformada por Cristo, contó a sus vecinos su historia (Juan 4:25-30). Nosotros también podemos hacerlo.
Algunos encuentros con algunas personas son rutinarios, como los del trabajo, la escuela, el gimnasio o el supermercado. Deberíamos aprovechar estas oportunidades para construir amistades y confianza, y estar preparados para compartir las Buenas Nuevas cuando sea el momento adecuado.
Tal vez sea tímido o pasivo. Si es así, haga algo simple para romper el hielo, como darle un cumplido a la persona, y también presentándose con su nombre. Con el tiempo, se sentirá cómodo haciendo una pregunta pertinente, quizá sobre algo en las noticias. Espere su respuesta, luego comparta una o dos frases de lo que piensa desde una perspectiva cristiana.
Si todavía la oportunidad está ahí, continúe hablando. De cualquier manera, ha plantado una semilla y ha lanzado el anzuelo. Tal vez verá evidencia la próxima vez que vuelva a ver a la persona. Al hacer preguntas y compartir, usted puede esperar una respuesta. Espérela.
Valore a los demás. Conocer a una persona también es importante. Para que ellos valoren lo que usted tiene que decir depende de que sepan que los valora. Esto es especialmente cierto con una gran pregunta como “¿En su opinión, quién es Jesús?” O “¿Es usted un seguidor de Cristo?”
Esté preparado para una variedad de respuestas. Pudieran darle una resuesta atea: “¡No creo en Dios ni en Jesús!” Prepárese para dar una respuesta, pero primero escuche, y luego escuche un poco más. Esto muestra amor genuino y preocupación por la persona.
Sea paciente. ¿Qué le está diciendo el lenguaje corporal de la persona o su inflexión de voz? ¿Parecen enojados o apáticos? ¿Parecen curiosos? La persona puede decir que ellos, un amigo o un pariente tuvieron una mala experiencia en una iglesia. Dígale que lo siente y afírmele que no todas las iglesias son malas. Comparta una experiencia reciente en la iglesia que fue saludable y observe las señas, cambiando el tema si es necesario. Le ha dado a la persona mucho en qué pensar. Darles demasiado de un jalón puede ser perjudicial y podría hacer que se alejen de la conversación o se pongan a la defensiva.
Tome su tiempo. El amor es paciente. Y sembrar y pescar con el Maestro requiere paciencia.
Siguiendo al Maestro
Participar en la Gran Comisión no es una elección sino un mandato de nuestro Señor Jesús. Compartir el evangelio requiere valor y compromiso, y el deseo de seguir los pasos de Jesús. No existe una fórmula, excepto su forma de compartir y enseñar. Cada persona que conozca, cada encuentro que tenga, será único, pero el camino del Maestro es universal. Comience por amar a las personas como Él lo hizo.
Entonces, ¿está listo para pasar al siguiente nivel compartiendo su fe? La buena noticia es que no está solo: Jesús prometió que siempre estaría con nosotros. Y nos da un ayudante, el Espíritu Santo, mientras seguimos la guía que Jesús nos dejó. Seamos como el Maestro: ¡Vamos!