Superando los Conflictos Espirituales

El nuevo jugador de béisbol de la liga infantil acababa de salir ponchado. Corrió hacia su padre llorando. “¡No me deja pegarle a la pelota, papá!”.

El padre, aunque conmovido por las lágrimas de su hijo, no se quejó con el árbitro ni gritó al lanzador contrario. Agarró a su hijo por los hombros y le miró directamente. “Se supone que no debe dejar que la golpees. Su trabajo es lanzar la pelota. Tu trabajo es batearla. Así es el béisbol”.

Puede que nos cause risa la queja del niño. Pero nosotros no somos muy diferentes cuando experimentamos ataques espirituales, cuando surgen tentaciones y las circunstancias conspiran contra nosotros “justo cuando las cosas iban bien”. Si somos seguidores de Jesús, debemos aprender a esperar que la guerra espiritual se presente en nuestro camino.

También deberíamos aprender a reconocer los conflictos espirituales. No todo percance o desgracia es un ataque espiritual. Una serie inusual de decepciones o reveses no es necesariamente una señal de guerra espiritual.

Entonces, ¿qué lo es? Y, más concretamente, una vez que reconocemos un ataque espiritual, ¿cómo debemos responder?

Cuidado con la guerra espiritual

Había una vez un rey llamado Josafat. Parte de su historia está registrada en 2 Crónicas 20:

Después de esto, los moabitas, los amonitas y algunos de los meunitas le declararon la guerra a Josafat y alguien fue a informarle: “Del otro lado del mar Muerto y de Edom viene contra ti una gran multitud. Ahora están en Jazezón Tamar” (vv. 1, 2).

La Biblia no dice directamente que se trataba de un ataque espiritual contra Josafat. Los autores bíblicos a veces revelaban que un ataque particular procedía de un espíritu maligno. Pero no siempre.

Sin embargo, observe que los versos anteriores comenzaron con las palabras “Después de esto”. Estos se refieren al capítulo 19, que describe a Josafat poniendo en orden su casa espiritual, comenzando a hacer reformas espirituales y obedeciendo a Dios de una manera que no lo había hecho antes.

Ésa es una clave para reconocer la guerra espiritual. Si usted simplemente anda deambulando, está espiritualmente estancado, si no busca fervientemente a Dios, ni lo obedece de todo corazón, ni está compartiendo su fe con los demás, no es probable que experimente un ataque espiritual. Usted podría ser un instrumento en un ataque espiritual contra otra persona. Es posible que tenga muchos problemas. Pero si usted no representa ninguna amenaza particular contra la maldad de este mundo, entonces su Enemigo probablemente lo dejará en paz.

Pero cuando usted o su iglesia comiencen a hacer incursiones — tal vez de maneras nuevas o más atrevidas — en el reino del enemigo, deben tener cuidado con los ataques espirituales. El hecho de que las cosas salgan mal no es garantía de que vaya por el camino correcto. Pero si está en el camino correcto, será atacado.

Entonces, ¿cómo superamos el conflicto espiritual? El ejemplo de Josafat cuando tuvo que enfrentarse a un ejército de moabitas, amonitas y meunitas que se acercaba también proporciona una guía útil sobre cómo se supone que debemos responder a los ataques espirituales. De hecho, hizo cuatro cosas que podemos emular.

Busque al Señor

Atemorizado, Josafat decidió consultar al Señor y proclamó un ayuno en todo Judá. Los habitantes de todas las ciudades de Judá llegaron para pedir juntos la ayuda del Señor (vv. 3, 4).

Josafat buscó la guía de Dios. Proclamó un ayuno, uniendo al pueblo de Dios en humildad, sumisión y concentración en su necesidad de Dios y Su ayuda. Y oró. La Biblia dice que Josafat y el pueblo de Judá se reunieron “para buscar [a Dios]”.

Si queremos superar un ataque espiritual, debemos buscar al Señor, escucharle, ayunar y concentrar nuestros esfuerzos en la oración. Debemos humillarnos y confesar nuestros pecados. Y debemos orar, quizá como nunca antes.

Reconozca su debilidad y el poder de Dios

La segunda clave para superar los ataques espirituales es reconocer su debilidad y el poder de Dios. La historia continúa:

“Señor, Dios de nuestros antepasados, ¿no eres tú el Dios del cielo y el que gobierna a todas las naciones? ¡Es tal tu fuerza y tu poder que no hay quien pueda resistirte! Cuando Israel salió de Egipto, tú no le permitiste que invadiera a los amonitas, ni a los moabitas ni a los del monte de Seír, sino que lo enviaste por otro camino para que no destruyera a esas naciones.  ¡Mira cómo nos pagan ahora, viniendo a arrojarnos de la tierra que tú nos diste como herencia!  Dios nuestro, ¿acaso no vas a dictar sentencia contra ellos? Nosotros no podemos oponernos a esa gran multitud que viene a atacarnos. ¡No sabemos qué hacer! Pero en ti hemos puesto nuestra esperanza” (vv. 6, 10-12).

Dios anhela librarnos del diablo, pero no lo hará hasta que soltemos las riendas de nuestras propias vidas. Mientras pensemos que podemos salir adelante con nuestra propia astucia o buena apariencia — o incluso con nuestra propia “espiritualidad” — no podremos sobrevivir al conflicto espiritual.

Debemos aceptar nuestra propia impotencia, o no estaremos preparados para sobrevivir al conflicto espiritual. Y debemos reconocer el poder de Dios, recordándonos a nosotros mismos que nada es demasiado difícil para Él, incluyendo cualquier cosa que nuestro Enemigo pueda lanzarnos.

Reconozca que la batalla no es suya

Cuando sufrimos un ataque espiritual, debemos recordar que no podemos ingeniar, manipular o planear una victoria con nuestras propias fuerzas, como deja claro el relato bíblico:

Todos los hombres de Judá estaban de pie delante del Señor, junto con sus mujeres y sus hijos, aun los más pequeños. Entonces el Espíritu del Señor vino sobre Jahaziel, hijo de Zacarías y descendiente en línea directa de Benaías, Jeyel y Matanías. Este último era un levita de los hijos de Asaf que se encontraba en la asamblea. Y dijo Jahaziel: “Escuchen, habitantes de Judá y de Jerusalén, y escuche también usted, rey Josafat. Así dice el Señor: “No tengan miedo ni se acobarden cuando vean ese gran ejército, porque la batalla no es de ustedes, sino mía” (vv. 13-15).

Josafat ni siquiera tuvo que pelear esa batalla; Dios lo hizo por él. Eso no significa que Josafat no hizo nada. Todavía tuvo que reunir a su ejército y marchar a cierto lugar y tomar posiciones. Pero cuando Josafat había hecho todo lo que Dios le dijo que hiciera, Dios hizo lo que Josafat no podía hacer.

Lo mismo sucede cuando enfrentamos ataques espirituales. Tenemos un papel que desempeñar. Tenemos armas. Es sólo que, como dice 2 Corintios 10:3, 4, vivimos en este mundo, pero no peleamos nuestras batallas como el mundo lo hace. Nuestras armas están facultadas por Dios “para derribar fortalezas”. Dejar que Dios luche por usted puede ser una postura difícil de tomar, especialmente si le gusta tener el control. Pero para nosotros, como para Josafat, la entrega y la confianza marcan la línea entre la victoria y la derrota.

Renueve su compromiso

El episodio continúa: “Josafat y todos los habitantes de Judá y de Jerusalén se postraron rostro en tierra y adoraron al Señor” (2 Crónicas 20:18).

Tome un momento para recordar: ¿Qué desencadenó el ataque? El catalizador parece estar en el capítulo 19, cuando Josafat reavivó la adoración al Señor, restaurando la justicia en Judá, obedeciendo a Dios de formas nuevas y emocionantes. Pero después recibió la noticia de que el cielo se estaba cayendo, y los enemigos estaban lanzando todo lo que tenían contra él.

Así que cuando Josafat y todo el pueblo de Judá y Jerusalén se postraron en adoración ante el Señor, habían cerrado el círculo. El enemigo ya estaba derrotado, incluso antes de que la caballería saliera de los establos, porque se rehusaron a dar pie al enemigo (Efesios 4:27). Así, cuando la gente llegó al campo de batalla, “no vieron sino los cadáveres que yacían en tierra. ¡Ninguno había escapado con vida!” (2 Crónicas 20:24).

Nuestra tendencia cuando el Enemigo ataca es entrar en pánico. Podemos empezar a discutir entre nosotros. Podemos dejar que pequeñas molestias se conviertan en grandes conflagraciones. Podemos distraernos de las cosas que invitaron el ataque — que puede ser exactamente lo que nuestro Enemigo quiere.

Pero debemos ser más sabios que eso. Debemos permanecer enfocados en Dios, mantener nuestros ojos en Jesús, concentrarnos en adorarle, obedecerle, servirle, y guiar a otros hacia Él, sin importar lo que otros puedan hacer. Debemos usar las armas que Dios nos da: sumisión, confianza, adoración, oración y ayuno. Y entonces no sólo podremos resistir, sino que veremos huir al enemigo.

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Written By

Bob Hostetler is an award-winning author, literary agent, and speaker from southwestern Ohio. His fifty books, which include the award-winning Don’t Check Your Brains at the Door (co-authored with Josh McDowell) and The Bard and the Bible: A Shakespeare Devotional, have sold millions of copies. Bob is also the director of the Christian Writers Institute (christianwritersinstitute.com). He and his wife, Robin, have two children and five grandchildren. He lives in Las Vegas, NV.

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