Aprendiendo a amar a la Iglesia

Solía ​​pensar que el cristianismo era una religión llena de reglas y regulaciones, todo diseñado para determinar si eras un buen cristiano o un mal cristiano. Pero todo eso es un error; nada de eso está en la Biblia. Eso de «haz el bien, hazlo bien» es simplemente religiosidad, cristianismo canibalizado.

La verdad que ahora estoy comprendiendo es revolucionaria y, lo más importante, es real:

El cristianismo no se define por cuánto sé, sino por cuánto sé que necesito a Jesucristo. Aprendí esta extraña y hermosa verdad en el lugar más improbable: mi iglesia.

Pensamiento equivocado

Cuando acepté por primera vez a Jesús al naufragio de mi vida y las sombras de mi rebelde corazón me dijeron que sería una buena idea asistir semanalmente a los servicios de la iglesia.

Detestaba esa idea. Descartaba la idea de convertirme en un miembro regular de la iglesia, sentado en mi acolchada banca mientras el predicador proclamaba «101 maneras de dejar pasar la perfecta voluntad de Dios».

Sentí que era parte de un experimento social sin sentido. Cada semana me movía según la coreografía de la congregación: sentarse y ponerse de pie, alabar y orar – con los mismos extraños familiares a mi alrededor.

Conservando la salvación

Sonreía y aparentaba estar feliz en la iglesia, pero yo simplemente deseaba escapar.

Pensaba que aceptar a Jesús como mi Salvador significaba toda una vida de trabajo para mantener mi salvación. Hacer el bien y me pondré bien. Hacer mal y fuera. Eso me parecía agotador, igual a las formas del mundo, y no muy digno de adoración.

Ir a lo seguro

Siempre pensé que ser cristiano significaba ir a lo seguro para evitar el Lago de Fuego y vivir para siempre con Jesús. Me parecía una matemática bastante básica: fe en Jesús = no hay infierno. Suena bien – inscríbame en Fe en Jesús, por favor.

El problema con este tipo de pensamiento es que reduce a Jesús a una ecuación, una fórmula, un pequeño dios en una caja de música. Ir a lo seguro está bien si está usted trabajando hacia una agenda de aprobación con alguien. Si está en una religión, ir a lo seguro es ideal. Si está en una relación, ir a lo seguro es un obstáculo.

El Jesús verdadero

El mayor problema con este enfoque es que el mismo Jesús nunca se fue a lo seguro.

Una y otra vez, Jesús se encontró en problemas con los legalistas religiosos y las personas espirituales ultra superficiales de la época, los fariseos. Por lo general, los retaba a demostrar el amor que profesaban – no solo asentir verbalmente sino vivirlo como una realidad.

Algunas veces después de que Jesús hablaba, la gente levantaba piedras para arrojarle. Él enfurecía tanto al establecimiento religioso gobernante que lo clavaron en una cruz por Su insistencia en proclamar el evangelio de la gracia.

Jesús no era débil, era revolucionario. Él era un rebelde. Él era real. Él quiere que yo sea real también.

Incomodidad

Aún así, pasaron meses antes de hacer las paces con mi iglesia. Me sentía increíblemente incómodo cuando nos pedían que nos pusiéramos de pie para entonar un canto en particular o que cerrara los ojos cuando nos indicaban hacerlo y orar o me volviera hacia la persona que estaba a mi lado y le tomara la mano al presentarme.

Sentado y escuchando los mensajes del fin de semana, siempre terminaba con más preguntas que respuestas. ¿Se mostraba en mi exterior mi agitación interna? ¿Por qué me sentí tan fuera de lugar, tan inconexo y torpe mientras caminaba con el cuerpo de Cristo?

¿Qué pensaría la gente si conocieran al verdadero yo? ¿Podría Dios aún amarme con todas estas dudas y temores? Me preocupaba no ser el buen cristiano que se suponía debiera ser.

Revelación en Romanos

Luego, la semana pasada, mi pastor predicó sobre Romanos 8. Este capítulo estaba allí para recordarme. . .

 

En Cristo Jesús

Sin condena

Mi Dios me ha liberado

Su espíritu en mí

Y nada ahora

Me puede separar

Del amor

Siempre presente

En Cristo Jesús

 

Hermosa libertad

¿Cuán asombrosa es Su gracia?

Bueno, según estas palabras, Jesús realmente me ama (para siempre). Jesús realmente me ha perdonado (para siempre). Y nada puede separarme de Su amor (para siempre).

Esto me lleva a una hermosa libertad que nunca conocí alejado de Él: Cuanto más tiempo paso arrodillado ante la misericordia de Dios, menos tiempo paso juzgando a quienes me rodean.

Nueva verdad

Con las manos en alto, los brazos extendidos, cantando sentado, de pie, rorando, estoy rodeado de un mar de familia, algunos confundidos como yo, algunos preocupados como yo, otros desesperados como yo, todos amados como yo.

Esta es la verdad que ahora estoy comprendiendo: El cristianismo no se define por cuánto sé, sino por cuánto sé que necesito a Jesucristo.

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