Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado (Hebreos 4:15, NVI).
Mi hija y yo bajamos las escaleras. “Mamá, acércate”, me ordenó. Obedecí distraídamente y caí en un charco.
Ella se sonrojó mientras yo recuperaba el aliento. “Caí en el agua y no quería mojarme sola”, confesó.
Olivia quería que experimentáramos juntas las partes difíciles de la vida. Los calcetines mojados, y los días malos. ¿Cómo podría estar enojada? Conmovida por su necesidad de ser entendida, renuncié a mi derecho a permanecer seca. Me compadecí de mi hija, experimentando el dolor junto con ella y luego busqué otros calcetines.
¿Qué tal si esto es lo que Dios siente por usted? ¿Por mí? Él preferiría pagar el precio por comprender nuestro dolor que vernos sufrir solos. Tengo un Sumo Sacerdote que se compadece de mi dolor, frustraciones, pecados y luchas. Fue rechazado por los que lo seguían y por familiares. Me parece que Jesús era un vagabundo en transición sin hogar y, sin embargo, era el Rey de todo. Sus amigos no pudieron entender Sus palabras. Ese santo hombre caminó hacia los charcos en lugar de ver a Sus hijos sufrir solos. Jesús sabía que sufriríamos y quería relacionarse con nuestras cicatrices. ¿De qué otra manera podríamos realmente adorarlo y elegir seguir Sus pasos a menos que hubiera recorrido un camino difícil?
A diferencia de todos nosotros, Jesús caminó por ese duro camino sin pecado, sin maldecir en voz baja y sin comer chocolates en exceso. En el juicio, no chismeó ni se volvió vengativo. Se mojó los calcetines comprendiendo así nuestra difícil situación, y permaneciendo puro de corazón a pesar del dolor.
Esto nos da esperanza y dirección para la condición de nuestra propia alma. Nosotros también podemos caminar por el buen camino cuando nos enfrentamos a una prueba, ya que Su Espíritu vive dentro de nosotros.
Me uní a la incomodidad de mi hija de tener los calcetines empapados, recordándome que nuestro Sumo Sacerdote está con nosotros en nuestros tiempos difíciles. Él sabe cómo son las luchas. Él nos dará las herramientas (Su Palabra, Su iglesia, Su Espíritu Santo) para caminar rectamente, e incluso más allá, en los momentos que nos quedamos sin aliento.
En nuestros días más solitarios, encontramos consuelo en esta realidad. Los calcetines empapados nos recuerdan que no estamos solos en las pruebas.