A veces necesitamos una visión inferior de nosotros mismos en formas que no nos damos cuenta.
por R. Herbert
Cuando pensamos en el concepto bíblico del descanso, probablemente pensamos primero en el sábado (Éxodo 20:8-11) o en las palabras de Jesús a Sus discípulos: “Venid . . . y descansad un poco” (Marcos 6:31). Pero más allá de ordenar y alentar este tipo de descanso (cesar la actividad), la Biblia muestra que nuestra actitud — es decir, nuestra humildad — afecta nuestra capacidad para descansar.
Si lo pensamos bien, estas dos advertencias bíblicas sobre el descanso implican humildad. Debemos ser lo suficientemente humildes como para aceptar el mandato de Dios de tomarnos un descanso con regularidad. También debemos entender que no somos tan importantes para el funcionamiento del mundo como para no poder dar un paso atrás cuando lo necesitemos.
Una conexión profunda
En realidad, existe una profunda conexión entre el descanso y la humildad. Lo vemos en las palabras de Jesús mismo:
“Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados; yo les daré descanso.Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas” (Mateo 11:28, 29).
Aunque la mayoría de los cristianos conocemos bien este pasaje de las Escrituras, a menudo pasamos por alto la relación que se establece entre el descanso profundo y satisfactorio que Cristo promete y la humildad en la que Él dice que se basa.
Este principio se repite a menudo en las Escrituras. A veces lo vemos en la gran extensión de las historias bíblicas. Job, por ejemplo, encontró descanso y paz de sus pruebas solo después de que Dios lo humilló (Job 42:16). También podemos ver la relación entre el descanso y la humildad en pequeños detalles de las Escrituras, como cuando el rey David escribió: “Señor, mi corazón no es orgulloso ni son altivos mis ojos; no busco grandezas desmedidas ni proezas que excedan a mis fuerzas. Todo lo contrario: he calmado y aquietado mis ansias” (Salmo 131:1, 2).
Problema de orgullo
Hannah Anderson, autora del libro Humble Roots, aclara la relación entre la humildad y el descanso: “[Dios] nos libera de nuestras cargas de la manera más inesperada: Él nos libera al llamarnos a depender menos de nosotros mismos y más de Él. Nos libera al llamarnos a la humildad”.
Sin embargo, confiar únicamente en Dios nos resulta difícil. Anderson nos muestra por qué.
El orgullo nos convence de que somos más fuertes y más capaces de lo que realmente somos. El orgullo nos convence de que debemos hacer y ser más de lo que somos capaces. Y cuando lo intentamos, nos encontramos sintiéndonos “delgados, como estirados . . . como mantequilla que se ha untado sobre demasiado pan” (La Comunidad del Anillo). Comenzamos a desmoronarnos física, emocional y espiritualmente por la sencilla razón de que no estamos existiendo como se supone que deberíamos existir.
Negarse a descansar puede convertirse en una cuestión de orgullo — y el orgullo es un amo implacable. Se define bien como sobreestimarnos a nosotros mismos y subestimar a Dios. Sólo cuando aprendemos a dejar humildemente de lado nuestras propias vidas y preocupaciones para descansar, reconocemos la supremacía de Dios y nuestra dependencia de Él.
Perspectiva correcta
En última instancia, la humildad es cuestión de perspectiva. El clérigo y escritor del siglo XIX
Phillips Brooks escribió una vez: “La verdadera manera de ser humilde no es rebajarse hasta ser más pequeño que uno mismo, sino estar a tu verdadera altura frente a alguna naturaleza superior que te muestre cuál es la verdadera pequeñez de tu mayor grandeza”.
El descanso no sólo nos da la oportunidad de hacer eso sino que también nos ayuda a hacerlo con éxito. Dejar de hacer actividades nos permite hacer una pausa para meditar en Dios y en nosotros mismos. A menudo, en la medida en que descansamos en nuestra propia pequeñez, vemos a Dios con más claridad y cosechamos los beneficios de la humildad que Él quiere que tengamos.
Por supuesto, a veces las circunstancias impiden o retrasan el descanso adecuado. Pero no debemos vivir así con regularidad. Más bien, debemos ver el descanso como una responsabilidad divinamente ordenada, así como un don que ignoramos para nuestro propio daño. Si vivimos nuestros días en un estilo de vida que evita o disminuye el descanso, siempre luchando por aumentar alguna métrica de nuestras vidas o nunca abandonando por completo nuestros propios pensamientos y búsquedas, tarde o temprano experimentaremos los problemas que Anderson describe en
Humble Roots.
Hebreos 4:9 nos dice: “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios”. Aunque el descanso indicado en este verso es principalmente un descanso futuro que se realizará plenamente en el reino de Dios, el principio también se aplica ahora. Dios da gracia abundante a los humildes, y esa gracia incluye la bendición del descanso. Debemos recordarnos a nosotros mismos que la voluntad de Dios no es que trabajemos sin fin en esta vida y disfrutemos del descanso más tarde. En cambio, debemos experimentar el descanso y la paz en esta vida que reflejan el descanso y la paz que tendremos en la eternidad.
Nos humillamos al descansar física y espiritualmente. Y, como Cristo mismo prometió, al aprender humildad, encontramos descanso.
Obediencia y Reposo
La Biblia nos muestra que el descanso físico, mental, emocional y espiritual completo es más que el mero cese de la actividad y una actitud humilde. Debemos poner nuestra vida en orden con Dios a través de la obediencia — la verdadera manera de encontrar descanso. El profeta Jeremías habló de esto a la gente de su época: “Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma” (Jeremías 6:16).
— R. Herbert