El Regalo de un Padre
Mi primer Abogado de la Biblia no fue la revista. La había visto en mi casa cuando era niño, pero no le presté mucha atención sino hasta después. No, mi primer abogado no vino a mí en papel sino en una persona. Mi papá.
Desde que tengo uso de razón, lo veía leer su vieja Biblia a la luz de la lámpara. No le gustaban mucho los libros en general, pero amaba ese libro: El Libro. Él lo consumía y el Libro lo consumía a él. Papá no me hizo leer la Biblia ni una sola vez. Nunca me sermoneó sobre ella. Simplemente la leía y la vivía. Yo lo observaba y en algún momento, empecé a leerla y a amarla también.
Lo que más le gustaba a papá eran las promesas y profecías de la Biblia. Las tomaba muy en serio. Creía que todos los intereses y ambiciones humanas debían subordinarse a ellas. Como “lámpara a mis pies” (Salmo 119:105), la Palabra revela quién es Dios y hacia dónde nos lleva. La Palabra ilumina quiénes somos, y quiénes no somos también. “Encuentra tu lugar en la Palabra, hijo”, me decía papá. “No te acobardes ante lo que veas”.
Cuando conocí a Jesús a una edad temprana, papá me dijo que me esperara para bautizarme. No dudaba de que yo conociera a Jesús, pero quería asegurarse de que yo me conociera a mí mismo. Esperé, y cuando finalmente hice mi confesión pública y me bauticé en mi adolescencia, conocí mi necesidad. Como una espada de dos filos, la Palabra de Dios había cortado profundamente, exponiendo cada pensamiento e intención de mi corazón (Hebreos 4:12). Como un espejo, me mostró la clase de hombre que era: impuro y condenado (Santiago 1:22-25). Mi papá me enseñó a nunca olvidar lo que ví y a nunca dejar de mirar quien soy y hacia dónde Dios me está llevando.
Mi papá falleció y fue enterrado aquí en Jasper la semana de Acción de Gracias. Estoy escribiendo sólo unas semanas después, tratando de procesar nuestra pérdida. Pero lo que está claro para mí es cuán agradecido estoy a Dios por mi papá, quien defendió la Biblia tan honesta y apasionadamente. Dedico este AB a él. Él conocía a su Señor, y se conocía a sí mismo a la luz de la Palabra de Dios.
Y a mí me dio ese regalo.
¡Te amo, papá! Gracias.
— Jason Overman